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06:00 a.m.- La casa de las hermanas Carmelitas en Cobán despierta con el aviso de los autobuses y el murmullo de las primeras oraciones en la capilla. En la puerta, la pick up 4×4 en marcha para iniciar el trayecto hacia la escuela de Futuro Vivo: una parada para recoger a “profes” y “seños” en el remolque preceden a 15 minutos de escenarios inolvidables: de la rutina de las calles de Cobán, al infinito abanico de verdes que brota de campos de cardamomo y café.
Ya en la escuela, las sonrisas tímidas de los niños se tornan en abrazos cálidos y verdaderos. Algunos de ellos hablan con dificultad porque su entorno solo se comunica en lengua q’eqchí’, muchos sonríen con dientes picados, pero todos muestran su felicidad por asistir a la escuela: un lugar donde se sienten queridos, valorados y capaces de salir de esa espiral a la que la región y la política les había condenado. Es sorprendente que frente a Futuro Vivo haya una escuela pública donde los niños, si el maestro acude, y si lo hace sobrio, solo estudian una lengua muerta, sin futuro ni vida, más allá de la madera y el café.
Cada jornada los tres voluntarios de SED colaboramos en diferentes situaciones, como los exámenes del ministerio, y cumplimos con los objetivos marcados: Silvia apoya en lenguaje, Ibón en matemáticas y Diana prepara la estructura del desarrollo de proyectos que los estudiantes llevarán a cabo en la escuela, para después implementarla en mejoras de sus comunidades. Estos niños viven en pequeños núcleos de casas de hojalata, la mayoría sin electricidad y en muchos casos con situaciones familiares inimaginables en nuestro mundo; si son capaces de hacer un pequeño cambio en Futuro Vivo, tendrán el valor y procedimiento necesarios para mejorar las cosas en sus entornos.
No deja de sorprendernos que los 198 alumnos asistan a la escuela con sus uniformes, sabiendo que algunos duermen en el suelo y recorren cada día en torno a 2 horas entre montañas para llegar (y otras 2 de vuelta). Otros tienen más fortuna y son trasladados desde sus comunidades por un autobús que ha sido donado recientemente.
Por estas, y otras muchas razones, este proyecto de las dos escuelas de Futuro Vivo (en Cobán y en la capital) es tan grande… Porque además de formación de calidad e inspiración para labrar un futuro profesional, los alumnos reciben a diario, y gracias a donaciones como las de SED, dos comidas dignas, protección y cariño. A cambio, los padres y madres han de colaborar con la escuela en algunos trabajos de cocina o mantenimiento y comprometerse a asistir a talleres de valores y autoestima.
Cada día, niños, profes y familias nos dan una lección de superación; y cada día, las hermanas Carmelitas -Uti, Savina, Altagracia y Caty- logran que este rincón del mundo, llamado a la oscuridad, sea un motivo de orgullo para Guatemala.
Diana Victoriano Izquierdo | Voluntaria CTM Cobán, Guatemala