Carta de Alepo Nº42 escrita por el Dr. Nabil Antaki
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Los alepinos nunca olvidarán los años 2012 a 2016 cuando la guerra inundaba su ciudad. Recuerdan muy bien las bombas y bombonas de gas llenas de explosivos y clavos lanzadas por los grupos rebeldes armados instalados en Alepo Este en sus barrios, causando numerosas víctimas civiles diariamente.
Recuerdan las horas que pasaron con ansiedad y miedo esperando el regreso a casa de sus seres queridos.
Recuerdan los sufrimientos que han padecido, el frío en invierno por falta de gasóleo para la calefacción y las noches que han pasado a oscuras durante años por falta de electricidad (las centrales eléctricas estaban en manos de los terroristas).
No pueden olvidar los años en que se vieron privados de agua corriente (los terroristas interrumpieron el suministro de agua a toda una ciudad) y las horas que esperaron su turno en los pozos excavados apresuradamente en cualquier lugar de la ciudad para llenar sus bidones de agua.
Siempre recordarán los repetidos bloqueos de la ciudad en los que nadie podía entrar ni salir, aislando a Alepo y a sus habitantes y provocando la escasez de todos los artículos de primera necesidad.
El pasado 2 de noviembre acudieron a los cementerios para rezar ante las tumbas de sus padres, familiares y amigos asesinados durante los años de la guerra. Todavía viven con la nostalgia de los días felices en los que todos los miembros de su familia vivían en Alepo antes de ser dispersados por todo el mundo.
A pesar de todo el sufrimiento de los últimos años, los alepinos repiten ahora a coro “vivíamos mejor durante los años de guerra que ahora”, “echamos de menos la época de las bombas, que era más soportable que la pobreza que sufrimos ahora”. De hecho, es la bomba de la pobreza que ahora ha estallado en Siria dejando al 80% de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza y al 60% viviendo en inseguridad alimentaria.
Ahora que los combates casi han cesado desde hace dos años y la situación militar está congelada, lo que es catastrófico es la situación económica. Los precios de los productos de primera necesidad han subido drásticamente, lo que ha provocado un aumento del coste del alquiler y del coste de la vida. La escasez se ha convertido en permanente, con el racionamiento de gasolina, pan, azúcar, arroz, etc. Por otro lado, los salarios no se han ajustado proporcionalmente, lo que ha provocado un aumento de la pobreza. La mayoría de las familias ya no pueden llegar a fin de mes y dependen de la ayuda alimentaria, médica y monetaria de las ONG para sobrevivir.
Esta situación es el resultado de varias causas, como la destrucción de las infraestructuras del país y los estragos de la guerra, la crisis financiera del Líbano, donde muchos sirios han perdido su capital para invertir y sus ahorros para la jubilación, pero también las inicuas sanciones impuestas por los países europeos y Estados Unidos, que bloquean las transacciones financieras, impiden las importaciones y prohíben las inversiones en Siria. Además, la pandemia de la Covid-19 ha empeorado más aun si cabe la situación, por las muertes que ha causado y las medidas preventivas que han frenado una actividad económica ya moribunda.
Muchos de nuestros compatriotas nos dicen que se arrepienten de su decisión de quedarse en el país cuando la emigración era fácil y muchos sueñan con establecerse en otro lugar. Sólo en agosto de este año, diecisiete mil jóvenes alepinos abandonaron el país para instalarse y trabajar en otros lugares, especialmente en Egipto. Estamos sufriendo de lleno la salida de lo que queda de la mano de obra cualificada y de los artesanos. Las pequeñas empresas que se arriesgan a abrir ya no pueden encontrar trabajadores cualificados para hacer funcionar sus máquinas; y son otros países los que se benefician de nuestros médicos, ingenieros, artesanos, obreros y otros profesionales que se han formado aquí en Siria y que contribuyen al crecimiento económico o llenan el vacío de ciertas profesiones en otros países.
Este verano hemos visto llegar a Alepo a muchas personas que habían huido de la guerra y emigrado a otros lugares. Volvían para visitar a sus parientes, para ordenar sus casas que habían abandonado a toda prisa y deshacerse de la ropa y otros bienes que habían quedado inservibles, para renovar sus pasaportes y para ocuparse de los trámites administrativos pendientes desde su partida.
Cuando se les preguntó cómo habían regresado a Alepo, muchas de estas personas utilizaron la misma fórmula: “encontramos CARAS TRISTES”. Estos alepinos que han vuelto a Alepo tras varios años de ausencia han expresado en voz alta lo que nosotros sentimos desde hace tiempo. La gente está triste, sus caras están tristes, sus mentes están tristes y sus corazones están más tristes. ¿Cómo puedes esperar que sea de otra manera cuando llevas 10 años viviendo entre bombas militares y la bomba de la pobreza?
En este contexto, los Maristas Azules seguimos trabajando para sembrar un poco de alegría en los corazones de los niños y las niñas así como un poco de esperanza en las mentes de los adultos, para ayudar a la gente a tener un trabajo y a las familias a llegar a fin de mes, para educar a los niños y también a los adultos.
Nuestro proyecto “Colibrí”, que se ocupa de las familias desplazadas en el campo de Shahba, continúa con sus actividades educativas y médicas y proporciona apoyo material a las familias en materia de alimentación e higiene. Sin embargo, este proyecto está amenazado; el ejército turco, que ocupa la región siria de Afrin, está bombardeando los alrededores del campamento y ha enviado volantes a la población de la región para advertirles de una inminente operación militar a gran escala “para liberar la región de los terroristas” (sic).
El proyecto “Pan compartido” es muy apreciado por los alepinos. Doce señoras cocinan cada día en nuestros locales para preparar un plato caliente diario (con fruta y pan) que nuestros 25 voluntarios distribuyen (con una sonrisa y un oído atento) a mediodía a más de 200 ancianos que viven solos, sin familia y sin recursos.
Hemos iniciado una segunda fase de nuestro programa de “Formación Profesional” con 20 jóvenes adultos a los que hemos puesto como aprendices con un jefe para que aprendan un oficio y se conviertan en fontaneros, carpinteros, electricistas, mecánicos, pintores, sastres, etc.
El programa “Microproyectos” continúa con la formación de adultos para dirigir proyectos y la financiación de proyectos con posibilidades de éxito. Por desgracia, la crisis económica hace que las posibilidades de éxito sean menores.
Nuestros dos proyectos educativos para niños de 3 a 6 años de familias pobres y desplazadas, respectivamente, “Aprender a crecer” y “Quiero aprender”, no han podido aceptar todas las solicitudes y, lamentablemente, han tenido que rechazar a niños que necesitan nuestra ayuda. Nuestras instalaciones se utilizan al máximo de su capacidad y no pueden acoger a más de 210 niños y los 31 educadoras que los acompañan.
“Semillas”, el proyecto de apoyo psicológico, está creciendo enormemente. Treinta voluntarios, bajo la dirección de nuestro psicólogo jefe, se ocupan de 450 niños de 3 a 16 años a través del programa Lotus para los más pequeños y Bambú para los mayores, sin olvidar el apoyo a los adultos.
“Hecho a mano” sigue empleando a 13 mujeres para reciclar las telas sobrantes y convertirlas en piezas únicas para mujeres. Combatir los residuos, proteger el medio ambiente y dar trabajo a las mujeres son los principios del proyecto.
Las candidatas se apresuran a inscribirse en el proyecto “Desarrollo de la mujer”. Se organizan dos grupos de 20 mujeres para sesiones de tres meses. Talleres de cultura general, recomendaciones de salud, formación personal y una visita arqueológica enriquecen el proyecto, que también ofrece un espacio de convivencia y libertad a las participantes.
Nuestro centro de formación de adultos, nuestro “MIT”, organiza talleres de 12h, 20h y 56 horas de formación sobre diversos temas útiles. Sólo podemos aceptar 20 participantes por taller, que son dirigidos por los mejores expertos de Alepo.
El proyecto “Hope”, Esperanza, consiste en enseñar inglés a las madres.
Seguimos distribuyendo leche a los niños menores de 11 años “Gota de leche”, contribuyendo al coste de la atención médica de las personas necesitadas (más de 150 procedimientos médicos al mes), pagando el alquiler de 200 familias desplazadas que no pueden permitírselo y entregando, cada mes, dinero en efectivo a 450 familias de Alepo apadrinadas por familias polacas en un programa organizado por una ONG polaca.
El número de Maristas Azules está creciendo; ahora somos 170 voluntarios y personal remunerado. Los nuevos miembros deben asistir a sesiones de formación humana y marista antes de ser admitidos definitivamente. Además, un programa de formación regular es obligatorio para todos los miembros. Estamos convencidos de que la situación no mejorará hasta que se levanten las sanciones, por lo que pedimos su fin y os pedimos, queridos amigos, que presionéis a vuestros representantes y a las autoridades de vuestros países para que pongan fin a las sanciones.
Somos conscientes de que todo lo que hacemos es sólo una gota en el océano de las necesidades, pero esa gota es esencial para el bienestar de miles de familias. Intentamos que las caras de nuestros compatriotas sean un poco menos tristes y no es fácil. Contamos con su solidaridad y sus oraciones.
Dr. Nabil Antaki
Alepo, 2 de noviembre de 2021